Se
la decretó a Chacarita el Juzgado Comercial Nº 8. Si no la levanta, el club
pasaría a ser controlado por un fideicomiso. Se trata del peor momento de su
historia desde 1980, cuando descendió a la Primera C.
La
quiebra de Chacarita, como el sol del 25, venía asomando. Se la decretó el
Juzgado Nacional N° 8 en lo Comercial a cargo de Javier Cosentino el jueves
pasado a raíz del pedido que formuló un ex futbolista del club y preparador físico
de sus divisiones inferiores: Nelson Hernán González. Reclama 110 mil pesos,
según el presidente Héctor López, quien quedará desplazado de su cargo al igual
que toda la comisión directiva si no se levanta la quiebra en un plazo máximo
de cinco días o la institución de San Martín impugna la medida. En ese caso,
entrarían a correr los plazos para acogerse a un fideicomiso con control
judicial que debería ratificar la asamblea de socios. La ley 25.284 establece
la designación de un órgano fiduciario, que desplaza de sus funciones a todos
los órganos institucionales y estatutarios que estuvieran actuando en el club
declarado insolvente.
La
notificación del fallo llegó a la AFA anteayer y determina la indisponibilidad
de todos los bienes que le pertenecen a la entidad de San Martín. “Hace mucho
que no se declaraba la quiebra de una institución afiliada”, señaló una fuente
de la asociación especializada en estos temas. Es cierto, pero no menos cierto
que la situación económico-financiera de varios clubes, desde la Primera División
al Ascenso –Chacarita juega en la B Metropolitana– no da para más. El propio López,
en la página Informe Tricolor, había adelantado que “se viene una oleada de
pedidos de quiebra”. La amenaza que vaticinó se cumplió demasiado rápido y ya
no como pedido, sino como sentencia.
La
medida de la Justicia que sumó otro club a la nómina de concursados o en
default esta vez no pudo ser evitada. Chacarita había zafado de un pedido de
quiebra en diciembre de 2011, cuando llegó a un acuerdo con Carlos Domingo
Sabella, quien se desempeñó entre 1995 –el presidente era el sindicalista Luis
Barrionuevo– y 2007. Reclamaba 954.553 pesos entre un crédito laboral y los
honorarios de su abogado. Logró demostrar que era facilitador de gestión ante
los sponsors del club. Como ése, ya había otros juicios semejantes.
Una
docena de pedidos de quiebra fueron solicitados, entre otros, por el agente de
jugadores registrado en la AFA y ex jugador de Boca, Rodolfo Héctor Schinocca;
los abogados Santiago Manuel Rajmilchuk y Jorge Daniel Sasson Morhaim; la
perito del Consejo de la Magistratura, María Belén Angela Roig; el ex concejal
de San Martín por el PJ, Omar Gacene; el empleado de la Secretaría de
Desarrollo Social de ese Municipio, Víctor Roberto Graciano; el ex médico del
plantel, Pablo Gustavo Pechervsky y la empresa Hedimag S.A., que había
presentado el pedido de quiebra más antiguo en febrero de 2008, según se
desprende de un banco de datos comercial al que tiene acceso Página/12.
Las
muy malas campañas deportivas de Chacarita, que descendió de Primera División a
la B Nacional en la temporada 2009-2010 y retrocedió una categoría más en la 2011-2012,
encajan a medida en este presente de quebranto que afectará la vida
institucional del club, ya de por sí convulsionada.
A
mediados de este mes, el secretario general Gustavo Azzollini había renunciado
luego de ser agredido por barrabravas y sufrir un ataque incendiario en su
estudio de abogado de Villa Maipú. La escalada no terminó ahí: “Debe ser la
primera vez en el fútbol argentino que con dos meses de gestión le cuelgan una
bandera al secretario acusándolo de que roba. Es una mentira y una infamia,
porque no es así; la gente que me conoce sabe que no es así y la que no me
conoce puede dudar”, le dijo el directivo al programa partidario La Gloriosa
Tricolor.
También
en una carta abierta dirigida a los socios escribió: “Sólo puedo decir que yo me
sumé a éste proyecto con el único objeto de poder aportar mi granito de arena
para intentar sacar a nuestro querido Chaca de este lugar donde está sumergido,
no sólo deportivo, sino también en lo institucional”. Azzollini pareció confirmar
lo que sucedería una semana después.
La
salida de Azzollini bajo presión al menos tiene una tonalidad épica. Distinto
fue el caso del ex presidente Vicente Celio, quien renunció en la última
navidad, con el argumento de que había cumplido un ciclo. Dejó al equipo en zona
de descenso directo (en ese momento todavía jugaba en la B Nacional), lo
reemplazó el vice Osvaldo Lobato y terminó al poco tiempo en otro club, pero
insólitamente, del Uruguay. Es el responsable de Sud América, que juega en el
torneo de Ascenso de ese país. Un club pantalla que permitió los pases de
Fernando Ortiz de Vélez a Racing y de Ignacio Piatti del Lecce de Italia a
Independiente, que fueron investigados por la AFIP por sospechas de evasión o
elusión impositiva.
La
presencia amenazadora de la barra que generó la renuncia de Azzollini es una
constante en Chacarita. En diferentes etapas de su historia siempre fue un
factor de poder y no hubo gobierno que escapara a esa lógica. Raúl Gustavo
Escalante, ex líder del grupo, fiel ladero de Barrionuevo cuando era
presidente, hasta ahora mantenía el cargo de vocal. Pero la quiebra hará caer
su mandato como el de todos sus pares de la comisión si la salida es el
fideicomiso con control judicial. Muchinga, tal su apodo, llegó a trabajar como
chofer de ambulancias de la empresa Delta que pertenecía a un sobrino del
gremialista gastronómico en los años ’90. También atendía el buffet del club
cuando mandaba en el estadio de tablones, hoy modernizado y de cemento.
Un
dato sacado de la crónica policial actualiza este presente fatal para el
popular club de San Martín. Diego Chucky Pulistsk, el jefe de la barra, está detenido
por narcotráfico. En uno de los allanamientos realizado al galpón donde su
grupo guardaba las banderas y los bombos se incautaron elementos que a menudo
aparecen en la liturgia violenta del fútbol: armas y drogas. Chacarita no es el
único caso de convivencia forzada con el delito. Ahora, para desconsuelo de sus
socios e hinchas de buena fe, esa mayoría silenciosa que en algunos clubes ya
plantó su bandera –como en Independiente– deberá convivir también con un
proceso de quiebra. En lo institucional y deportivo es lo que más se acerca a
la peor etapa de su historia, iniciada en 1980, cuando descendió a la Primera C
FUENTE: PAGINA 12
