Hubo un tiempo que no fue hermoso y para ver fútbol en vivo había que vender las joyas de la abuela. Observar la tribuna era el deporte más popular de Argentina y los goles del torneo de Islandia llegaban más rápido que los de acá. Pero luego de dieciocho años, alguien decidió volver a poner las cámaras en su lugar y los goles regresaron a la tele. Dos años después, hablamos con cuatro periodistas para repasar qué fue y cómo sigue el “Fútbol Para Todos”.
El 21 de agosto de 2009 Gimnasia y Esgrima de La Plata recibió a Godoy Cruz de Mendoza para dar inicio al Torneo Apertura. El Lobo venía de llevar a cabo una de las grandes epopeyas de su historia, que no fue la de igualar aquella mítica campaña del 95-96 con Griguol a la cabeza, sino zafar milagrosamente del descenso tras darle vuelta un partido increíble a Atlético Rafaela por la Promoción. El equipo de cuatro nombres -Godoy Cruz Antonio Tomba-, por su parte, cerraría esa jornada con un merecido 2-0, gracias a los goles de Matías Jara y Federico Higuain, exquisito tiro libre al ángulo derecho de Gastón Sessa, el arquero argentino que menos se parece a Claudio María Domínguez en lo que respecta a su expresividad emotiva. ¿Estamos en La Oral Deportiva? No, estamos en Ni a Palos, y todo este introito tiene una previsible justificación. 24 horas antes la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunciaba que el Estado se haría cargo de la televisación del fútbol de primera división, cerrando así 18 años de hegemonía codificada. Ese día, Godoy Cruz y Gimnasia inauguraban algo más que el Apertura 2009: se trataba de uno de los grandes hitos deportivos, culturales y políticos de los últimos años. Nacía el “Fútbol Para Todos”.
La perdió, la perdió, la perdió…
Fue hace dos años, también, pero cuatro meses antes del lanzamiento del programa. Este mismo suplemento puso en tapa la huella barrosa de una pelota Nº5 con el título “Tomala vos, dámela a mí” y una bajada que decía: “La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que impulsa el gobierno marca el principio del fin del monopolio de la transmisión de los partidos de fútbol. Si se aprueba, los clásicos argentinos podrán ser transmitidos por la televisión pública”. Esta aseveración, desde ya, no nacía de una expresión de deseos sino de la lectura del artículo 65 de la todavía incipiente “Ley de Medios”: aquella que define como “derechos del ciudadano” la posibilidad de ver en directo acontecimientos de interés general. En la nota, Alejandro Apo se despachaba con una frase nimbada de premoniciones: “La nueva ley de medios es la noticia del siglo porque nos reencuentra a todos con el fútbol para todos”, disparaba. El subrayado, por supuesto, es nuestro.
Pero para TSC, empresa formada por el Grupo Clarín y Torneos y Competencias y, por entonces, titular de los derechos de trasmisión, lo que vino después fue algo propio de una parábola gris. Un día la AFA le pidió más guita, ellos le dijeron que no, la AFA fue a ver al Gobierno, el Gobierno se frotó las manos, y voilá: a TSC le expropiaron el fútbol. El resultado no tardó en aparecer en las primeras planas: “El Conflicto” se cobraba una nueva muerte. “Yo creo que está bien, que es una lectura posible decir que esto surge por el enfrentamiento con Clarín, lo cual tampoco me parece mal porque no creo que ninguna decisión política sea virgen”, reflexiona Ezequiel Fernández Moores, columnista de Cancha Llena y una de las plumas notables del periodismo deportivo local. “Ahora bien, no puedo tener mira corta y negar que este es un gobierno de una fuerte presencia del Estado en otros numerosos escenarios. Entonces en este contexto surgió esta pelea y esto precipitó lo otro, pero también veo que el marco general es de una presencia del Estado muy fuerte como hacía mucho tiempo no se veía en ningún gobierno en Argentina. En ese sentido, la considero coherente con otras políticas que ha tenido y por eso es que saludo la decisión”, asegura.
“¿Estás contento, Walter Nelson?”
Lo que pasó entre 1991 y 2009, donde el fútbol se veía sin ver y los goles llegaban con hasta cuarenta y ocho horas de delay, no es un relato desconocido para quien haya vivido en la Argentina de esos años: hoy todavía retumba como un eco del absurdo los domingos viendo un primer plano de las tribunas para seguir los resultados. Por eso, más allá de los primeros reclamos de TSC y la montura floja que tiraron algunos dirigentes al caballo rengo del conflicto, “Fútbol Para Todos” parece haber generado un consenso. “Es como una especie de derecho adquirido -arriesga Fernández Moores-. Más allá de lo que pase en el futuro, lo que sí creo que está claro es que no puede volver a ver un abuso monopólico como hubo antes”.
Ahora bien, dos años, cinco torneos y un descenso histórico después, discutir el “Fútbol Para Todos” implica algo más que seguir el paso de esa “madre de todas las batallas”. Se sabe: por un lado, las empresas perjudicadas van de la auditoría contable como arma de denuncia al fusilamiento despechado y pícaro de su viejo socio Don Julio; los dirigentes acostumbrados a fruncir la boquita en la palabra populismo hablan cada tanto de “pan y circo” y objetan la dirección de los fondos; y más acá, los defensores del proyecto vitorean lo que sin duda es una cuenta más en el rosario de logros gubernamentales y lo defienden de manera cerrada como si en eso, en sus grietas, se les fuera la vida. Pero lo cierto es que “Fútbol Para Todos”, como todo gran desperezo del Estado, es un acontecimiento lo suficientemente histórico y complejo como para que se merezca, aunque sea en pocas líneas, un sincero balance. Y es que desde el fixture hasta eso que antes llamábamos Telebeam y hoy “asistente tecnológico” (Julio Ricardo Dixit), todo partido es político.
“Acá lo que habría que discutir es la intervención del Estado”, aporta Hugo Asch, periodista que labura en la revista Tiki Tiki y en el blog 442 en Perfil.com. “Por lo general el negocio del fútbol está privatizado, tiene que ver con ofertas y demandas. Pero si el Estado tiene la capacidad de hacer una mejor oferta y además darle a la gente un espectáculo gratis, sería absurdo estar en contra del proyecto más allá de cualquier simpatía o ideología”, asegura.
La pregunta, entonces, que tanto orbita alrededor del “Fútbol Para Todos” parece válida: ¿debe el Estado invertir en la televisación del fútbol? “Yo creo que sí”, responde Asch y agrega: “Me parece que la actividad deportiva, en un país como este, tiene que ver con la identificación. El aprovechamiento del deporte es un clásico en ciertos gobiernos. Un liberal te podría decir que de los totalitarios, yo te diría que siempre una manifestación de masas es interesante tenerla bajo tu control. Y sobre todo cuando es la única. Excepto algún acto multitudinario y milagroso de la militancia juvenil, que espero que se multiplique, no para terminar como la de los 70, pero por lo menos para que la gente piense en algo más que Tinelli, la única manifestación de masas que hay en este país es el fútbol”.
Dinámica de lo (im)pensado
Pablo Tiburzi es un espectador privilegiado. Columnista deportivo de Vision Siete, formó parte del primer “Fútbol de Primera”, aquel programa comandado por Macaya Márquez y Mauro Viale en el viejo canal 7, antes de que todo pasara a TSC. No sólo como testigo del derrotero público-privado-público sino también como experimentado hombre del deporte televisado, Tiburzi es uno más de aquellos que viven y piensan el fútbol llevado a su máxima potencia. “En esa época lo que se transmitía era un partido el viernes, a veces uno el sábado y uno el domingo, porque técnicamente no se podía. Pero el viernes y el domingo tenías un partido seguro. Y además se jugaban en el mismo horario, no como ahora. A mí me gustaba más como era esa época, yo hubiese hecho no el “Fútbol Para Todos” que hay ahora, con una sobredimensión de fútbol, sino como hace la RAI en Italia con “La Giostra dei Gol” que es un programa que da un partido principal y en el mismo momento se ven los goles de los otros partidos. Es mucho más dinámico, mucho más entretenido, no estás todo un día viendo fútbol”, confiesa y agrega: “Pero lo importante y lo que a mí más me puso contento fue que la gente del interior o los que no tenían cable y dependían del noticiero del 7, no tuvieran que esperar más hasta las doce de la noche para ver los goles. Para mí eso fue lo importante”.
En su reflexión, Tiburzi da cuenta de esa otra arista que cruza el debate: si televisar el fútbol de forma gratuita es, en cierta medida, algo que podríamos caracterizar como un típico gesto peronista, en “Fútbol Para Todos” también se discute quiénes tienen puesta la camiseta del Movimiento. “Me hubiese gustado que lo haga todo el Estado. La misma gente que enfocaba la tribuna hoy está metida en el negocio, eso es lo que me molesta”, acota.
Mariano Hamilton, viejo conocedor de las mieles del periodismo deportivo, profundiza esa línea: “El programa me parece positivo, me parece que está dentro de lo que se enmarca como políticas de Estado, pero hay detalles que no me parecen apropiados ni pertinentes ni que estén bien realizados”, afirma y señala: “Por ejemplo, darle el dominio de los contenidos a la AFA y a un personaje como Grondona. Si vos le das a este tipo la posibilidad de que publicite todas sus acciones de gobierno a lo largo de catorce partidos durante todo el fin de semana, por lo menos me parece injusto. De la misma manera que me parece injusto que el “relator del pueblo” sea Marcelo Araujo, que es un menemista confeso”, apunta.
“A mí no me resulta muy creíble -agrega Fernández Moores-. Que Araujo, que era voz del anterior monopolio y de una política que era completamente opuesta y que saludaba ese tipo de transmisiones, ahora me diga que al fútbol lo tienen que ver todos, no me resulta creíble. Yo entiendo que Menem y los Kirchner sean ambos peronistas pero creo que son distintos, no los creo iguales”.
¿Qué hacer?
A dos años, queda mucho por delante, Por eso terminamos con una pregunta, como amerita toda política de largo plazo: ¿qué debe hacer el Estado? “Yo respaldo el “Fútbol Para Todos” y quiero que siga de aquí a la eternidad. Respaldo incluso que se haya sumado la B Nacional. Pero yo si soy Estado no le regalo mil millones de mangos a los clubes para que hagan lo que se le canten las bolas”, responde Hamilton. “Quiero que generen fútbol infantil, quiero que abran las puertas a los socios. A mí me interesa que si vas a invertir un montón de guita del Estado, que me parece muy bien invertida porque así la gente puede acceder al fútbol, al mismo tiempo quiero que esa guita redunde en algo más, no solamente en la televisación”.
“A mí no me disgustaría que el sistema fuese mixto”, acota Fernández Moores. “De hecho, está sucediendo en parte. Si el Estado quiere, con decisión, negociar que algunos partidos vayan por canales privados, no me parece mal siempre que el Estado imponga condiciones. Supongamos que un partido va televisado por el cable pero luego de la televisación los goles pueden transmitirse por cualquier canal, no quedan embargados. No sé. Si el Estado pone condiciones, yo no vería mal sistemas mixtos porque me parece que también potencian el producto”.
“A mí me encanta que el fútbol llegue a todo el mundo -sostiene Asch-, como me encantaría que un montón de cosas lleguen a todo el mundo, la educación, la salud. Yo creo que el Estado debe intervenir, prefiero los Estados que invierten. Después podemos discutir si no hay que invertir en otra cosa, pero con ese criterio no se debería hacer nada, incluido festividades de carnaval para que la gente se divierta. Así que me parece que aunque parezca una cifra descomunal, para el presupuesto de un Estado no es nada más que un gasto que, además, dada la importancia identificatoria que se le da al fútbol en este país, va bastante más allá del mero hecho deportivo”.
Y cerramos con Tiburzi: “No me parece mal que estén los privados. Pero si vos me preguntás, yo hubiese hecho “La Giostra dei Gol” y después, si querés, un programa o lo que fuese. Además así mucha más gente iría a la cancha”, calcula y termina: “Ahora lo más importante de todo esto es que los goles se pueden ver el mismo viernes a cualquier hora, algo que ocurre en cualquier lugar del mundo. Sólo en Argentina pasaba lo que pasaba. Estaban secuestrando un material que es muy sensible para mucha gente. Mirá el Tano Pasman como vivió el descenso de River”.
Un hombre sufriendo frente a un televisor: eso también es política.
