Lo
que precipitó la denuncia del fiscal Nisman contra la Presidenta de la Nación fue
la necesidad de Israel de torpedear el acuerdo nuclear entre Irán y el gobierno
de EEUU de Barak Obama. Se trataba de una misión casi suicida destinada a
lograr, por las buenas o las malas, que el gobierno argentino efectuara una
escalada contra Irán, en regla con las necesidades geopolíticas del gobierno ultrafundamentalista
de Israel encabezado por el ultraderechista y racista Nentanyahu.
A
instancias del Estado de Israel, el fiscal argentino Nisman quería llevar el caso AMIA al Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, lo que implicaba convertirlo en un “casus belli” pretendiendo que la
ONU sancionara el uso de la fuerza internacional de las potencias occidentales para extraditar de Irán a los sospechosos del
atentado. Un verdadero delirio que el secretario Legal de la Presidencia,
Carlos Zanini, rechazó de plano.
Fue en ese momento, que Nisman recibió
instrucciones de Israel y comenzó a elaborar la denuncia contra el Gobierno argentino
y simultáneamente abrió la cuenta en el banco Meryll Lynch de Nueva York, que
es la manera que los servicios de inteligencia extranjeros retribuyen el
trabajo de sus topos.
MECÁNICA DE UN SUICIDIO. CÓMO LO HIZO NISMAN. DESCRIPCIÓN TÉCNICA
Cuando
vio la imagen pálida de su rostro que le devolvía el espejo del baño,
desenvolvió el paño verde en el que su empleado, el informático Diego
Lagomarsino, le había entregado la vieja pistola Bersa, calibre 22, y como un
autómata ensayó la respiración que había aprendido en la Fundación El Arte de
Vivir para combatir sus ataques de pánico. Cuando acercó el cañón del arma a su
cabeza, el espejo le reveló que le temblaba el pulso. Cruzó su brazo izquierdo,
por delante del pecho y empuñó la Bersa con ambas manos. Después apretó el
gatillo y la bala de punta hueca hizo estragos en su cerebro.
Esa
extraña postura con la que puso fin a su vida y a una intriga internacional en
la que participan tres servicios de inteligencia - el Mossad, la CIA y la ex
SIDE- permite explicar cada una de las incógnitas no resueltas sobre la muerte
del fiscal Alberto Nisman: la falta de rastros de pólvora en la mano derecha,
los rastros de sangre en la mano izquierda y en el baño, y dan por tierra con
las teorías de los peritos de la jueza Sandra Aroyo Salgado sobre un “suicidio
asistido” o un magnicidio. Dicen que la tarea de los forenses es “hacer hablar
al cadáver”, pero en este caso han sido dos legos para nada oficialistas: el ex
diputado Mario Cafiero y el investigador Javier LLorens quienes han presentado
ante la fiscal Viviana Fein una investigación en la que responden punto por punto
todas las incógnitas que ha despertado este caso, fogoneado, en parte, por la
querella, y en parte, por los medios hegemónicos interesados en instalar la hipótesis
del magnicidio o - al menos- , que el caso no se resuelva para agitar el
fantasma de la impunidad.
“En
un país serio, la Justicia ya se habría expedido diciendo que el fiscal Nisman
se quitó la vida por su propia voluntad, acorde a las pruebas reunidas en la
causa. No otra cosa dicen su ansiosa búsqueda en las horas previas de un arma. Las
confusas y distintas explicaciones que brindó a quienes se las pidió. Diciendo
a uno que era para cuidar a sus hijas que estaban en Europa, y a otro, para
defenderse si algún piquetero lo trataba de ‘traidor’”, escribe Llorens, que
junto al ex diputado Mario Cafiero es autor - entre otras obras -, de ¡O
juremos con deuda morir!, La Argentina Robada, El vaciamiento del sistema
financiero argentino I y II, La deuda externa vinculada a la fuga de capitales.
– ¿Por
qué no usó la 22 que tenía guardada en casa de su madre?
– Porque
no tenía balas ni podía comprarlas.
En
su minuciosa reconstrucción, Llorens desmenuza cada pieza de la mecánica del
suicidio:
“La
presencia de su ADN en las distintas partes del arma que lo mató, empuñadura,
cargador, balas y gatillo, que denotan la preparación de ella y su posterior
uso por parte de él. Su cuerpo sin otras lesiones, obstruyendo la apertura de
la puerta del baño. El espasmo cadavérico en la mano con que accionó el arma
que lo mató, etc. Respecto de este fenómeno neuromuscular del espasmo cadavérico
en el dedo índice de su mano derecha, con la que accionó el gatillo, los
forenses y expertos coinciden que es la manifestación del último esfuerzo
voluntario efectuado por el difunto. Cuyo cerebro en este caso ordenó al dedo
apretar voluntariamente el gatillo, accionando así el arma cuyo proyectil
simultáneamente destruyó su cerebro. Quedando esto patentizado en dicho fenómeno
post-mortem, que no es equiparable al rigor mortis.”
“La
ausencia de lesiones que presentaba la víctima es otro de los motivos por los
que los forenses que efectuaron la autopsia de entrada se refirieron a un
cuadro de suicidio, sin ninguna intervención de terceros. Estando la víctima señalándose
a sí mismo con su flexionado dedo índice, como culpable de su deceso. Que no
podría haberse logrado si la víctima carecía de voluntad al hacerlo y su
cerebro no mandaba la correspondiente orden para ello”.
En
efecto, remata Llorens, si alguien
hubiese querido simular el espasmo cadavérico en su dedo índice, también se
podría haber encargado de sembrar rastros químicos del disparo en la mano del
fiscal, para afianzar esa misma hipótesis.
Según
el escrito que está en manos de la fiscal Fein, el informe esgrimido por la
querellante Sandra Arroyo Salgado es un dibujo, confeccionado con miras a
cerrar las distintas puntas de la cuestión en beneficio de las aspiraciones de
ella. Que no es otra que caratular la causa como homicidio.
Pese
a que los peritos de Salgado insisten en que hubo agonía, en base al charco de
sangre que muestran las fotografías del baño - filtradas a la prensa - una de
esas fotos registra claramente la posición singular en que quedó el brazo de
Nisman, flexionado en la misma posición con la que habría apuntado la pistola
hacia su cráneo. Y el ademán de su mano derecha, como empuñando el arma que le
quitó la vida. Con su dedo índice un poco más abierto, en posición de empuñar
el gatillo.
En
el controvertido punto 12 de su informe, los peritos de Salgado aventuraron la
hipótesis del “suicidio asistido” retratando al fiscal inerme y sumiso,
postrado de rodillas ante la bañera, sin hacer el más mínimo ademán de defensa
ante su supuesto asesino, lo que quedó reflejado en la total ausencia de
rastros de ellos en su cuerpo. El que por ende, más bien que un sicario, parecería
estar ayudándolo compasivamente a su suicidio.
Parte
de las conclusiones de Salgado se basan en la falta de rastros de pólvora y
sangre en la mano derecha, mientras que una mancha hemática en la izquierda le
sirve como prueba irrefutable que el cadáver fue movido. Sin arrogarse el papel
de Sherlock Holmes, Javier Llorens deduce que Nisman se suicidó con ambas
manos, lo que constituye un gesto atípico
para
un suicida con arma de puño.
Fue
el mismo Nisman quien interpuso su mano izquierda para ayudarse a disparar la
pequeña pistola con su mano derecha.
Esto
explicaría, también, la trayectoria no muy común del disparo para un suicida,
de atrás hacia delante y de abajo hacia arriba, que provendría de la forma de
apuntar la pistola, y el giro de cabeza que habría tenido que hacer, para poder
asistir con su mano izquierda, al disparo del arma que se efectuó con su mano
derecha.
Llorens
señala que la apresurada calificación de “magnicidio” en su hipótesis de
homicidio es otra manifestación del afán de Arroyo Salgado para que la causa
pase a la Justicia Federal.
Ya
que si el insinuado asesinato por parte de Lagomarsino hubiese sido por razones
que nada tiene que ver con el desempeño de Nisman como fiscal, ello no
habilitaría ese traspaso.
De
forma tal que la ardua tarea que ahora enfrenta Arroyo Salgado, es probar que
Lagomarsino es un sicario por encargo, de alguien relacionado con la actividad
funcional de Nisman, con o sin cómplices, y no un homicida ocasional.
Pero
de índole tan torpe, que ejecutó la tarea con su propia arma. Dejándola incluso
en la escena del crimen junto con sus huellas digitales en una taza de café, y
presentándose inmediatamente ante la Justicia a dar cuenta de ello, apenas se
enteró del deceso de Nisman.
Para
un supuesto sicario hubiese sido mucho más fácil atentar contra Nisman en
cualquiera de sus escapadas nocturnas en las que se movilizaba sin custodia. Si
la CIA, el Mossad o elementos desplazados de la SIDE hubiesen perpetrado un
homicidio, no lo encubrirían detrás de un suicidio. Todo lo contrario: el
Mossad hubiera dejado plantado falsas pistas que condujeran a Irán, mientras
que la CIA y los desplazados de la ex SIDE hubieran plantado falsas pistas que
condujeran al Gobierno argentino.
ISRAEL CONTRA ARGENTINA PARA EVITAR EL ACUERDO NICLEAR DE IRAN CON EEUU
Cafiero
y Llorens - que vale recordar no son oficialistas - creen que lo que
precipitó la denuncia de Nisman contra la Presidenta fue la necesidad de Israel
de torpedear el acuerdo nuclear entre Iran y EE.UU. Se trataba de una misión
casi suicida destinada a lograr, por las buenas o las malas, que el gobierno
argentino efectuara una escalada contra Irán, en regla con las necesidades del
gobierno fundamentalista de Israel encabezado por Nentanyahu.
A
instancias de Israel, Nisman quería llevar el caso AMIA al Consejo de
Seguridad, lo que implicaba convertirlo en un “casus belli” pretendiendo que la
ONU sancionara el uso de la fuerza para extraditar a los sospechosos del
atentado. Un verdadero delirio que el secretario Legal de la Presidencia,
Carlos Zanini, rechazó de plano.
En ese momento que Nisman recibió instrucciones de Israel y comenzó a elaborar la
denuncia contra el Gobierno y simultáneamente abrió la cuenta en el banco
Meryll Lynch de Nueva York, que es la manera que los servicios de inteligencia
extranjeros retribuyen el trabajo de sus topos.
