La
perversión del entretenimiento idiotizante es que jamás intenta cambiar nada. De
aquí la exaltación mediática del mismo.
El
poder mediático (a través de uno de sus mayores servidores: Bernardo Neustadt) inventó
una figura nefasta: Doña Rosa, un ama de casa, mujer de barrio, con hijos,
acaso con nietos, que vive consagrada a su familia, a su hogar y - si es así: mejor -
a su Dios.
No
busquemos eufemismos: Doña Rosa es una desneuronada, el dibujo de un personaje
inexistente. Está diseñada para justificar la medianía del poder mediático. No
hay que levantar el nivel de nada porque Doña Rosa “no va a entender”.
No
hay ninguna prueba de esto. Ni de la medianía o el agudo descerebramiento de Doña
Rosa. Ni de la infinita bobería “de los chicos”, que parecen llegar al mundo ya
impedidos para gozar de algo distinto, más complejo o más exigente que la
chatarra que los espera. Uno llega a un mundo caído, ya interpretado. Uno es
hecho, construido por ese mundo.
Que,
en la primera etapa, se le impone por medio de los padres y la educación. Para
la derecha, así deben ser las cosas. Pues la “realidad” expresa su poder. Los
planes de educación, su visión, su interpretación de la historia. Las calles,
los nombres de sus héroes (salvo una que otra concesión). De aquí que no se
quiera cambiar nada.
La
perversión del entretenimiento idiotizante es que jamás intenta cambiar nada.
¿Usted
se preguntó qué educación le han dado sus padres? ¿La suya o la que ellos
recibieron? ¿Usted sabe por qué hay una calle que se llama 11 de Septiembre,
otra 3 de Febrero, otra Caseros, otra Roosevelt, otra Rivadavia, por qué hay
tantas estatuas de tipos que ni conoce?
En
suma, la peligrosidad de la política para el poder mediático es que su tarea es
despertar las conciencias a través del saber. Decirle a usted que no acepte
vivir en un mundo ya interpretado, que alguna vez tendrá que interpretarlo
usted. Que no acepte ser como lo hicieron y como quieren hacerlo todos los días.
Que busque ser como usted quiere ser.
Tarea
que requiere un paso previo: que usted sepa qué quiere ser. Que piense en eso. ¿Qué
quiero ser y que han hecho de mí? Estas preguntas son elementales. Pero son
transgresoras, subversivas para el poder mediático. Que busca que usted sea la
perfecta Doña Rosa.
Que
usted no piense, eso buscan. Si no piensa será siempre el mismo. El perfecto
zombie. ¿Vio el éxito de las películas de zombies? Eso quieren: un mundo de
zombies, de muertos vivos que piensen lo que les dicen, que hagan lo que hay
que hacer, que hablen lo que les hacen hablar a través del bombardeo mediático,
que pasen por la vida mansamente, ovejunamente, obedientes hasta la náusea.
El
Apolítico (Bertolt Brecht)
El
peor analfabeto es el analfabeto político. El no oye, no habla, no participa de
los acontecimientos políticos.
El
no sabe que el costo de vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del
vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.
El
analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho
diciendo que odia la política.
No sabe
que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor
de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las
empresas nacionales y multinacionales.
