QUE LOS CLUBES SEAN TRANSFORMADOS EN SOCIEDADES ANONIMAS SOLO EMPEORARÍA LAS COSAS
“En 2001 fue mi fracaso político más grande.
Mi proyecto de crear Sociedades Anónimas Deportivas perdió por paliza en la
votación del comité ejecutivo de la AFA, 38 a 1, el único voto a favor fue el
mío”.
Mauricio Macri tiene una idea fija. Hace
quince años era el presidente de un Boca ganador al que el resto de los
dirigentes miraba de reojo por su origen en el mundo empresarial, lejos del
deporte. Hoy la cosa es muy diferente. Está sentado en el sillón de Rivadavia y
tiene el poder para poner en marcha un plan que puede ser nefasto para el
fútbol argentino.
Las
razones para que los clubes sigan siendo de los socios son muchas y muy
variadas, pero hay una principal: la función social del fútbol. Aunque muchos
quieran convencer a la comunidad de que el juego más popular del mundo hoy no
es más que un negocio muy valioso, los pueblos siguen expresándose a través de
el.
Y
los clubes son el ámbito de contención para cientos de miles de personas. No es
difícil pensar que cuando dejen de ser asociaciones civiles, también dejarán de
cumplir ese rol cultural y social que es indispensable.
Esto
es una obviedad, pero vale la mención en estos tiempos en los que se pone en
duda aquello que durante un siglo hizo grande a nuestro fútbol.
En
el resto del mundo, el modelo de las SAD generó muchos más problemas que
soluciones, aunque los defensores sólo mencionen a la Premier League como
ejemplo.
En
España, nada más que tres clubes de la primera división no son sociedades
anónimas. El resto, privatizados, le debe al fisco español más de 500 millones
de euros.
Muchos
clubes tuvieron graves problemas económicos y algunos hasta desaparecieron,
como Salamanca, Extremadura y Badajoz. Lejos de ayudar, el modelo de las SAD
fue letal para ellos. Es lógico, porque cuando una empresa no funciona, se
cierra y listo.
Otro
problema que traen consigo las SAD es la identidad de los dueños.
En
el fútbol europeo, los magnates árabes y asiáticos encontraron un hermoso
juguete para pasar sus horas libres. Hay casos en los que la inyección de
dinero puede valorarse “positiva” (por ahora), como en Chelsea, PSG o
Manchester City, pero en la enorme mayoría de los ocasiones, los empresarios
llegan, ponen una enorme cantidad de dinero y luego dejan el club en la ruina.
Eso sucedió en Racing de Santander, Leeds, Portsmouth o Málaga últimamente.
Según
un informe de La Fulboteca, en 2010 se estimaba la deuda total del los clubes
españoles en cerca de cuatro mil millones de euros, una cantidad casi cuarenta
veces superior a la que en 1991 hizo que se sancionara la Ley del Deporte.
Aquellos que a principios de los noventa hablaban de una Liga cerrada, de
clubes cotizando en Bolsa y de beneficios netos de muchos millones de euro, se
equivocaron muy feo. Todas las SADs del fútbol español deben cifras millonarias
y la mayoría ha sufrido descensos y derrotas ignominiosas en las últimas
décadas.
En
Italia la situación no es mejor, todo lo contrario. Clubes centenarios como
Fiorentina, Napoli y Parma estuvieron a punto de desaparecer por las deudas y
hasta los más grandes han tenido serios problemas. Lo mismo ocurrió en Escocia,
donde Glasgow Rangers fue descendido de categoría tras años de penurias. Todos
son Sociedades Anónimas.
En
Inglaterra, todos los clubes de la Premier League pertenecen a grupos
empresarios y los más grandes han sabido controlar sus finanzas, en gran parte
gracias a la casi socialista forma de repartir el dinero de la televisión.
Sin
embargo, en los últimos tiempos se dio un fenómeno contracultural que explica
el afán del pueblo por controlar a sus clubes. A lo largo y a lo ancho del país
se han ido fundando instituciones cuyo principal objetivo es manifestarse en
contra del “fútbol-negocio”. Clubes como FC United o Wimbledon son manejados
por sus socios y eso es lo que los define, más allá de los colores de la
camiseta.
En
Sudamerica también fracasó el fútbol privatizado.
En
mayo de 2005 se promulgó en Chile la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas
Profesionales y un año más tarde todos los clubes del país trasandino fueron
obligados a convertirse en SA. En 2002, Colo Colo había presentado la quiebra y
eso obligó a un cambio estructural, que una década después no dio los
resultados esperados. Los clubes deben fortunas, no sólo al estado, sino
también a proveedores y a futbolistas. Los resultados no mejoraron y la gente
se mantiene lejos de las canchas. Las ganancias van a los empresarios y muy
poco de ese dinero se traslada a los equipos.
En
la actualidad, hay un reclamo cada vez más potente de volver al modelo de las
asociaciones civiles, aunque ese regreso es muy complicado debido a que las
empresas han encontrado la manera de obtener ganancias también con la
televisión. La creación del Canal del Fútbol, que es propiedad de los dueños de
los clubes, resultó un negocio millonario… para las arcas de los CEOs.
En
Colombia ocurre algo muy similar. Aunque Atlético Nacional (una corporación
hecha y derecha) es hoy el campeón hegemónico, el resto de los grandes han
sufrido mucho para mantenerse a flote. América de Cali está en la B desde 2011,
Millonarios ganó solo un título en los últimos 25 años y el club que para todos
es modelo, Deportivo Cali, es el único manejado por sus socios.
“No
puede ser que haya dirigentes irresponsables que desfalcan al club, se hacen
ricos ellos o son incapaces y no tienen consecuencias. Hay que aceptar que los
modelos evolucionan y habrá que convivir”, dijo Macri hace pocos días.
La
idea es muy simple: los dirigentes son ladrones, démosle nuestra pasión a los
empresarios que no necesitan robar.
Más
allá de que en el resto del mundo quedó claro que las Sociedades Anónimas
Deportivas no son la solución, desde aquí queremos dejar en claro que los
clubes deben seguir siendo del pueblo. Y de nadie más
